FESTIVIDAD DE NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE
12 de Diciembre
Nuestra Señora de Guadalupe es una advocación mariana de la Iglesia católica, cuya imagen tiene su principal centro de culto en la Basílica de Guadalupe, en el norte de la ciudad de México.
De acuerdo a la tradición mexicana, la Virgen María de Guadalupe se apareció cuatro veces a San Juan Diego Cuauhtlatoatzin en el cerro del Tepeyac. Según el relato guadalupano conocido como Nican mopohua, tras una cuarta aparición, la Virgen ordenó a Juan Diego que se presentara ante el primer obispo de México, Juan de Zumárraga. Juan Diego llevó en su ayate unas rosas ―flores que no son nativas de México y que tampoco prosperan en la aridez del territorio― que cortó en el Tepeyac, según la orden de la Virgen. Juan Diego desplegó su ayate ante el obispo Juan de Zumárraga, dejando al descubierto la imagen de Santa María, morena y con rasgos mestizos.
Las mariofanías tuvieron lugar en 1531, ocurriendo la última el 12 de diciembre de ese mismo año. La fuente más importante que las relata es el Nican mopohua, atribuido al indígena Antonio Valeriano (1522-1605) y publicado en 1649 por el presbítero Miguel Sánchez en su libro Imagen de la Virgen María Madre de Dios de Guadalupe, contribuyendo a divulgar ampliamente la devoción guadalupana.
La historia
El Nican Mopohua dice que uno de los testigos de las apariciones de la Virgen de Guadalupe fue fray Juan de Zumárraga, primer obispo de la ciudad de México, D. F.
La Virgen María, en su advocación de Virgen de Guadalupe, se apareció en varias ocasiones ante el converso mexica Juan Diego Cuauhtlatoatzin el sábado 12 de diciembre de 1531 en el cerro del Tepeyac y le pidió que fuera en busca del obispo y le dijera que ella solicitaba la creación de un templo en ese lugar. El indígena fue en busca de fray Juan de Zumárraga para contarle de la solicitud de la virgen, pero fray Juan no creyó en las apariciones, pues este tipo de historias de apariciones espirituales era común, así que le pidió una prueba.
En respuesta a la petición del obispo, la Virgen pidió al indígena que, como pudiera, cortara unas rosas de Castilla de la cumbre del cerro y se las llevara al obispo (En ese tiempo era invierno y la zona del cerro era una zona árida, no apta para el crecimiento de flores como las rosas). El indígena obedeció y guardó las rosas dentro de su tilma o ayate. Juan Diego bajó del cerro y pidió una audiencia ante el obispo para mostrarle la prueba. Al llegar donde estaba el obispo, el indio estiró su ayate para tender las rosas sobre la mesa. Sobre el ayate aparece la imagen estilizada (claramente artística, no fotográfica) de la Virgen de Guadalupe. La prueba para el fraile no fueron solamente las rosas, sino el milagro de la imagen de la Virgen de Guadalupe sobre el ayate.
La celebración de nuestra Señora de Guadalupe, en el contexto del Adviento, también adquiere singular importancia, ya que su papel de madre e intercesora se ha manifestado no sólo en el momento de la encarnación de Cristo, sino en momentos clave de la historia de cada pueblo.
Las lecturas de hoy están puestas para reflexionar acerca del papel de María en nuestra historia de Salvación. Concretamente en el texto de la carta a los Gálatas viene una referencia a María, quizá la más antigua en el Nuevo Testamento. El tema que Pablo desarrolla en ese capítulo 4 de su carta es el tema de la libertad cristiana y de someterse o no a la ley de Moisés. Gracias a la encarnación de Cristo, también nosotros alcanzamos la dignidad de hijos de Dios. Y esto fue posible, gracias a la aceptación de María como madre del Salvador.
El texto del evangelio de Lucas contiene el episodio de la visita de María a su pariente Isabel, el cual ya estaba en el sexto mes del embarazo. No eran motivos de curiosidad, sino de caridad lo que le movió para ir a ayudar a quien, en edad avanzada, había concebido a Juan el Bautista.
Esta actitud es la que resalta hoy en esta fiesta de la virgen de Guadalupe, la de una Madre preocupada por los demás, especialmente por los más débiles y afligidos. Así pues, la presencia de María en nuestra historia de salvación, nos manifiesta esta misma cercanía y comprensión, como una Madre para con sus hijos.
La solemnidad de hoy:
En el mes de diciembre de 1531, diez años solamente después de conquistada Tenochtitlan por los españoles, la santísima Virgen se apareció al indito Juan Diego en el cerro del Tepeyac. Lo nombró su embajador ante el obispo, fray Juan de Zumarraga, para que le construyera un templo. La prueba de que las palabras de Juan Diego eran ciertas fueron las rosas que llevó en su tilma y la preciosa imagen que apareció dibujada en ella. La santísima Virgen es nuestra Madre. Toda la historia de Juan Diego y de las apariciones de la Virgen están fundadas en una constante y sólida tradición.