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Domingo 4 de Cuaresma

 

 

30 de Marzo

 
1.- Antífona de entrada.- Alégrate, Jerusalén, y todos ustedes los que la aman, reúnanse. Regocíjense con ella todos los que participaban de su duelo y quedarán saciados con la abundancia de sus consuelos. (Cfr. Is 66, 10-11).
 
No se dice Gloria
 
2.- Oración colecta.- Dios nuestro, que has reconciliado contigo a la humanidad entera por medio de tu Hijo, concede al pueblo cristiano prepararse con fe viva y entrega generosa a celebrar las fiestas de la Pascua. Por nuestro Señor Jesucristo...

Después de haber caminado cuarenta años por el desierto, el pueblo de Israel entró a la tierra prometida y allí celebró la Pascua, como nos lo dice Josué (PRIMERA LECTURA). Dios había sido fiel a su promesa porque su misericordia es infinita, tal como nos lo expones san Lucas al relatarnos la hermosa parábola del hijo pródigo (EVANGELIO), y es también la misericordia de Dios la que nos recuerda san Pablo (SEGUNDA LECTURA), al invitarnos a la reconciliación con el Señor.
 
3.- Primera lectura

“El pueblo de Dios celebró la Pascua al entrar en la tierra prometida. 

Del libro del Josué (Jos. 5, 9. 10-12)

En aquellos días, el Señor dijo a Josué: “Hoy he quitado de encima de ustedes el oprobio de Egipto”.

Los israelitas acamparon en Guilgal, donde celebraron la Pascua, al atardecer del día catorce del mes, en la llanura desértica de Jericó. El día siguiente a la Pascua, comieron del fruto de la tierra, panes ázimos y granos de trigo tostados. A partir de aquel día, cesó el maná. Los israelitas ya no volvieron a tener maná, y desde aquel año comieron de los frutos que producía la tierra de Cannán.
Palabra de Dios. R. Te alabamos, Señor.
 
4.- Salmo responsorial  (Sal 33)

R. Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor.

Bendeciré al Señor a todas horas, no cesará mi boca de alabarlo.

Yo me siento orgulloso del Señor, que se alegre su pueblo al escucharlo. R.

Proclamemos la grandeza del Señor y alabemos todos juntos su poder.

Cuando acudí al Señor, me hizo caso y me libró de todos mis temores. R.

Confía en el Señor y saltarás de gusto, jamás te sentirás decepcionado, porque el Señor escucha el clamor de los pobres y los libra de todas sus angustias. R.
 
 
5.- Segunda lectura

Dios nos reconcilió consigo por medio de Cristo.

De la segunda carta del apóstol san Pablo a los corintios (Cor 5, 17-21).

Hermanos: El que vive según Cristo es una creatura nueva; para él todo lo viejo ha pasado. Ya todo es nuevo.
Todo esto proviene de Dios, que nos reconcilió consigo por medio de Cristo y que nos confirió el ministerio de la reconciliación. Porque, efectivamente, en Cristo, Dios reconcilió al mundo consigo y renunció a tomar en cuenta los pecados de los hombres, y a nosotros nos confió el mensaje de la reconciliación. Por eso, nosotros somos embajadores de Cristo, y por nuestro medio, es como si Dios mismo los exhortara a ustedes. En nombre de Cristo les pedimos que se dejen reconciliar con Dios.

Al que nunca cometió pecado, Dios lo hizo “pecado” por nosotros, para que, unidos a él, recibamos la salvación de Dios y nos volvamos justos y santos.

Palabra de Dios. R. Te alabamos, Señor.
 
6.- Aclamación antes del Evangelio  (Lc 15, 18)

R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.

Me levantaré, volveré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti.

R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
 
7.- +Del santo Evangelio según san Lucas (Lc 15, 1-3. 11-32)
 
Tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida.

En aquel tiempo, se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores para escucharlo. Por lo cual los fariseos y los escribas murmuraban entre sí: “Éste recibe a los pecadores y come de ellos”. Jesús les dijo entonces esta parábola: “Un hombre tenía dos hijos, y el menor de ellos le dijo a su padre: ‘Padre, dame la parte de la herencia que me toca’. Y él les repartió los bienes.

No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se fue a un país lejano y allá derrochó su fortuna, viviendo de una manera disoluta. Después de malgastarlo todo, sobrevino en aquella región una gran hambre y él empezó a pasar necesidad.

Entonces fue a pedirle trabajo a un habitante de aquel país, el cual lo mandó a sus campos a cuidar cerdos. Tenía ganas de hartarse con las bellotas que comían los cerdos, pero no lo dejaban que se las comiera.
Se puso entonces a reflexionar y se dijo: ‘¡Cuántos trabajadores en casa de mi padre tienen pan de sobra, y yo, aquí, me estoy muriendo de hambre! Me levantaré, volveré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo. Recíbeme como a uno de tus trabajadores’.

Enseguida se puso en camino hacia la casa de su padre. Estaba todavía lejos, cuando su padre lo vio y se enterneció profundamente. Corrió hacia él, y echándole los brazos al cuello, lo cubrió de besos. El muchacho le dijo: ‘Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo’.

Pero el padre les dijo a sus criados: ‘¡Pronto!, traigan la túnica más rica y vístansela; pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies; traigan el becerro gordo y mátenlo. Comamos y hagamos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado’. Y empezó el banquete.

El hijo mayor estaba en el campo y al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y los cantos. Entonces llamó a uno de los criados y le preguntó qué pasaba. Éste le contestó: ‘Tu hermano ha regresado y tu padre mandó matar el becerro gordo, por haberlo recobrado sano y salvo’. El hermano mayor se enojó y  no quería entrar.

Salió entonces el padre y le rogó que entrará; pero él replicó: ‘¡Hace tanto tiempo que te sirvo, sin desobedecer jamás una orden tuya, y tú no me has dado nunca ni un cabrito para comérmelo con mis amigos! Pero eso sí, viene ese hijo tuyo, que despilfarró tus bienes con malas mujeres, y tú mandas matar el becerro gordo’.

El padre repuso: ‘Hijo, tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo. Pero era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado’”.

Palabra del Señor. R. Gloria a ti, Señor Jesús.
 
8.- Oración sobre las ofrendas.- Te presentamos, Señor, llenos de alegría, estas ofrendas para el sacrificio y pedimos tu ayuda para celebrarlo con fe sincera y ofrecerlo dignamente por la salvación del mundo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
 
9.- Antífona de la comunión.- Deberías alegrarte, hijo mío, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido, estaba perdido y lo hemos encontrado. (Lc 15, 32).
 
10.- Oración después de la comunión.- Dios nuestro, luz que alumbra a todo hombre que viene a este mundo, ilumina nuestros corazones con el resplandor de tu gracia, para que nuestros pensamientos te sean agradables y te amemos con toda sinceridad. Por Jesucristo, nuestro Señor.

LA PALABRA EN TU VIDA

Un padre… ¡a todo dar!

La expresión no es muy elegante ni muy litúrgica que digamos, pero describe bastante bien para la mayoría de nosotros, en sólo tres palabras, al padre del que nos habla Jesús en el evangelio de hoy:
  • un padre que, aunque con el corazón destrozado, respeta la libertad del hijo para irse de la casa;
  • un padre que le da la parte de la herencia que le corresponde al muchacho, pese a no estar legalmente obligado para ello;
  • un padre que pasa las horas muertas en la ventana, fijos los ojos en el camino por donde el hijo se fue;
  • un padre que cuando el retoño vuelve pobre, hambriento y derrotado, no lo recibe con la frase clásica: “Te lo dijo, pero tú…”.
  • Un padre que no sólo no le deja terminar el discursito que el muchacho había preparado, sino que le echa los brazos al cuello y lo cubre de lágrimas y besos;
  • Un padre que inmediatamente ordena que preparen una gran fiesta y que le pongan al joven los mejores vestidos y las joyas más caras, porque aquel hijo estaba muerto y ¡ha revivido!
Un padre, pues sencillamente ¡a toda dar!


 

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